Se
necesitan dos
Por Angela Marulanda, Autora y Educadora Familiar Las cosas definitivamente han cambiado mucho. El madresolterismo, que durante muchos años fue condenado como un pecado vergonzoso, se ha convertido ahora en una opción atractiva para aquellas mujeres que no quieren casarse pero sí tener un hijo. Así, hay cada vez más niños hijos de bancos de semen o de "donantes voluntarios" desconocidos donantes voluntarios', que nunca sabrán quién fue su papá. Creo importante hacer algunas consideraciones para quienes contemplan esta opción como una opción para ser madres. No me refiero al caso de aquellas mujeres que por cualquier circunstancia ajena a su voluntad han quedado embarazadas y a pesar de que no tienen una pareja ni una relación estable, deciden respetar la vida de su hijo por nacer y convertirse así en madres solteras. Por ellas siento el más profundo respeto. Por razonable que parezcan sus motivos es preciso tener en cuenta que privar voluntariamente a un hijo de su padre es destinarlo a nacer en circunstancias desventajosas. Hay suficiente evidencia que demuestra que la presencia del papá en la vida de los hijos es tan fundamental como la de la mamá. Y me pregunto, además, cómo se afectará el autoconcepto de quien nace hijo varón de una mamá que no quiere o puede establecer relaciones de pareja con un hombre, y por lo mismo sólo los usa como procreadores. Uno de los argumentos que plantean las mujeres para defender el madresolterismo como alternativa para formar su familia es que para los niños es mejor crecer en un hogar compuesto sólo por su mamá que en uno en el que los padres se maltraten, los lastimen y finalmente los abandonen, como hay tantos hoy día. Es
cierto que para los niños esto puede
ser más perjudicial, pero el que eso sea peor no significa que
ser hijo de madre soltera sea lo mejor. La naturaleza
es sabia, y si ésta dispone que se necesita necesitan
un hombre y una mujer para gestar una vida es porque se necesitan dos
para formar no sólo un ente físico, sino también
un ente psicológico, mental y espiritual. Los hijos no son mascotas
que se adquieren para tener compañía o a quien consentir.
Son seres humanos y por eso quien decide traerlos al mundo se debe anteponer
la necesidad fundamental que tiene de toda criatura de saberse amada por
una mamá y un papá. Sin embargo,
en las circunstancias de la deteriorada sociedad actual, lo que es un
acto de verdadera valentía es tener el coraje de casarse con el
compromiso de hacer todo lo posible para formar un matrimonio estable
y armonioso, que sirva de hogar cálido en el que los hijos puedan
disfrutar de los innumerables beneficios que les aporta crecer disfrutando
del amor de ambos padres. www.angelamarulada.com
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